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Asdrubal Caner

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Escritor y Poeta

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martes, 27 de mayo de 2008

LOS TERRORISTAS DE FIDEL CASTRO

La dictadura militar cubana otra vez acusa a los disidentes y opositores, de ser mercenarios y terroristas al servicio de los EE:UU. Es un show mediático para esconder el recrudecimiento de la represión y el terror contra estos heróicos hombres que, pacíficamente, buscan derechos y espacios de libertad para nuestro pueblo.

Ninguna de estas personas, jamás han tomado las armas para combatir la dictadura más antigua del continente. Ninguno a puesto bombas o atacado violentamente a objetivos civiles, militares o industriales del país. Es un movimiento pacífico que, ha pesar de la cárcel, las golpizas y la represión terrorista, de un Estado basado en la violencia, no tienen odio contra sus represores. Han resistido las torturas y los tratos degradantes de sus carceleros, y no sienten rencor contra esos salvajes que les odian.

El terrorismo ha sido la base estratégica del castrismo, desde el asalto al Cuartel Moncada. Fue la línea del Movimiento 26 de Julio desde sus orígenes. Fue una constante de la política de F. Castro desde que tomó el poder. Ahí está su obra en A. Latina, a traves de la Tricontinental, creando guerrillas y movimientos subversivos en los países de nuestro continente, matando y asesinando opositores y regando el odio de su doctrina, por todas partes.

Como soy testigo del terrorismo del Movimiento 26 de Julio, aquí les pongo dos anécdotas.

Tenía yo 13 años y vivía en Santiago. Era 1958 y los rebeldes de Fidel Castro tenían un cerco a la ciudad, que nos condenaba al hambre. El movimiento clándestino 26 de Julio ponía bombas todas las noches. La orden era atacar policías, militares, marinos y objetivos industriales y comerciales de toda la ciudad. Morían civiles, mujeres, niños, cualquiera que pasara en ese momento por las calles de las bombas. Dos de ellas, destrozaron a una fábrica de refrescos y un almacen de azúcar, situados en la Alameda Michelssen, con varios muertos y heridos.

No se podía salir de la ciudad, ni transitar por la Carretera Central. Habían atacado autos llenos de familias y los habían matado. En uno de esos ataques, fue muerto uno de mis familiares, que vivía en Caney del Sitio. Recuerdo haber ido al funeral, con mis padres. Fue terrible coger aquella carretera para asistir al entierro. En el auto, ibamos flotando sobre el miedo, aterrorizados por la posibilidad de un ataque similar.

Una tarde, a la hora del crepúsculo, había dos hombres en una calle del Reparto Agüero, que llamaron mi atención. Estaban sentados en los quicios de dos casas, a ambos lados de la calle. Parecían que leían un periódico. Sobre el quicio, una caja de zapatos.

A una cuadra de distancia, se encontraba la parada de la guagua, en la calle Camino de la Isla. A eso de las siete de la noche, llegó una guagua. De ella se bajó un militar de Batista, un marino vestido de blanco, con un fusil al hombro, una carabina M-15. Los dos hombres se escondieron. El marino comenzó a caminar por la calle vacía y silenciosa.

De pronto, desde la penumbra, salieron aquellos dos hombres, con revólver en mano, disparándole al marino, que cayó al suelo. Su pecho y una de sus piernas llenos de sangre. Los hombres tomaron el fusil y le iban a rematar. Algo se habló. Los hombres salieron corriendo y dejaron allí, desangrándose, al marino que pedía ayuda. Salieron unos vecinos y llegó una patrulla de la policía. Se llevaron al herido al Hospital Militar. Quedó mutilado para siempre.

Otro día, finales de octubre del mismo año, estábamos un grupo de jóvenes jugando al dominó, en la acera de la cuadra, al lado de mi casa. Serían las ocho o nueve de la noche. Repentinamente, nos pusieron un fusil en la cabeza a Juan, Jorge y a mi. Saltamos de la mesa como un resorte, asustados de muerte. Buscaban a un negro llamado Bebito, que decían era chivato. Momentos antes, Bebito estaba jugando con nosotros. No sabíamos a dónde se había metido el negro. Desapareció como por arte de magia. Uno de los rebeldes era un vecino nuestro, que se había alzado recientemente. Luego de rastrear por dondequiera en busca de Bebito, fue a casa de su mamá. Poco después, se fueron los rebeldes.

Unos días después, supimos que la madre del rebelde había escondido a Bebito y, le había salvado su vida.

De orígen campesino, el padre de este rebelde tenía una finca por la Carretera de Marverde. Tendría unos setenta años, pero seguía trabajando la tierra. Un día, en uno de sus viajes a la finca, fue atacado por los rebeldes. Lo dejaron mutilado de por vida. ¿Sería su propio hijo? Al triunfo de F. Castro, dijeron que habían sido los militares, y le dieron una pensión.

Dentro del pueblo de Cuba, hay miles de anécdotas de la violencia terrorista del 26 de Julio, lidereado por F. Castro durante los años de la lucha clándestina. Hay muchos muertos, heridos y mutilados que dejaron esos años sangrientos.

La violencia y el terrorismo político y estatal en Cuba, siempre van a estar ligados a F. Castro, su hermano y sus lacayos. A F. Castro, sobre todo, desde sus días gansteriles y violentos en la Universidad de La Habana. A su nombre está ligada la muerte de Manolo Castro en esa Universidad.

Por ello, acusar al movimiento pacífico opositor en Cuba, es el colmo de la desverguenza y del cinismo de la dictadura militar cubana. Algún día saldrán a la luz pública, sus innumerables crímenes de lesa humanidad.

Un abrazo

Asdrúbal Caner Camejo

Representante del PSC

en Canadá.

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